Estaba al final del pasillo y
no podía parar de mirarlo. Será cierto eso de que la ausencia hace despertar esas ganas locas de secuestrarlo, de apartarlo del resto del mundo. Porque, ¿sabeís? Odio el mundo que le rodea, y que me rodea a mi también. Hacen que todo esto sea horrible, malo... Cuando no es así. Pero no importa,
él esta al final de ese pasillo y el resto da igual. Pienso que, si me dejara llevar, podría pasarme un año entero mirándolo y ni me inmutaria. Y él lo sabe, lo sabe absolutamente todo y desde la distancia puede adivinar cada uno de mis pensamientos. Creo que se está riendo de lo estupida que es esta situación.
Cincuenta metros y mucha gente nos separa, menuda gilipollez. La verdad, es que lo he malacostumbrado a saberlo todo de mi y no me molesta, aunque, me gustaría sorprenderlo de vez en cuando. Dejarlo pensando, aunque creo que ya lo hago (o al menos lo intento), cuando lo tengo a menos de cincuenta metros.
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